Dicen que para
mejorar la vida en las grandes ciudades, están pensando juntar varias manzanas de
viviendas y hacerlas peatonales, y así crear islas de habitantes separadas del
tráfico. La verdad es que la idea es buena. Pero a mí se me ocurre algo todavía
más drástico, y es impedir que las ciudades crezcan más allá de lo razonable. Ciudades
con cinco millones de habitantes son muy vulnerables a un virus como este
covi19.
Pequeños núcleos
de población, perfectamente equipados, de veinte o treinta mil habitantes, separados
entre sí por unos pocos kilómetros, son más fáciles de aislar y de defender
ante un coronavirus.
"desde mi ventana"
oleo sobre tabla, 21x40 cm.
Todos
sabemos las ventajas de vivir en pueblos pequeños, todos sabemos la calidad de
vida que proporcionan, y si además, están perfectamente equipados con médicos, policía,
bomberos, etc. La vida se hace mucho más confortable en ellos.
Este coronavirus
está poniendo en cuestión el modelo de sociedad que estamos creando. Las ciudades
cada vez más grandes, los comercios cada vez más grandes, los hospitales cada
vez más grandes, las empresas cada vez más grandes… la verdad es que este gigantismo
social no trae nada bueno. Un hospital perfectamente equipado en un pueblo de
veinte mil habitantes, es más eficiente que otro situado en una ciudad de cinco
millones de habitantes. La policía es más eficiente en ciudades pequeñas que en
monstruos de millones de habitantes. El tráfico es más eficiente en ciudades
pequeñas que en las gigantescas.
"Cieza-balcón del Muro"
témpera sobre papel, 20x20 cm.
Hemos idealizado
exageradamente las grandes ciudades, hemos idealizado todo el ocio que nos
ofrecen, hasta los grandes centros comerciales están pensados para no salir de
ellos en todo el día. Comprar, comprar y comprar, todo está pensado para
comprar.
Parece que
la calidad de vida solo la encontramos cuando nos vamos de vacaciones al pueblo,
el resto del año trabajamos encerrados en una oficina sin ventanas. Un mes de
vacaciones y once meses trabajando, esta proporción es a todas luces poco sana.
Tal vez habría que pensar en otras fórmulas, por ejemplo: trabajar tres días seguidos
y tres días de descanso, o trabajar una semana y descansar la siguiente, o trabajar
un mes y descansar el siguiente. Cualquier cosa es más justa que la actual. Hace
tiempo se adoptó la fórmula ocho horas para trabajar, ocho horas para descansar
y ocho horas para dormir. Hoy nadie discute esto. Algo habrá que hacer para
mejorar esta vida de locos que llevamos todos. Con razón terminamos todos bajo
una lápida que pone “descansa en paz”.
"Triptico de Cieza"
témpera sobre papel
20x20 cm. cada una.