Últimamente encuentro mucha similitud entre la poesía y la acuarela, o al revés. Son dos gotas de aire insignificantes. Pero necesarias.
A veces me encuentro delante de un papel en blanco y me gustaría dejarlo así, como un silencio. Como si no hubiera andado todavía por él. Pero ya lo he echo, ya no está en blanco, aunque no tenga ninguna pincelada todavía.
También me gustaría saber donde está el secreto de la acuarela, o mejor, no. Está bien donde está. Mientras tanto iré lento hacía él, como una lengua blanca, como un soplo de agua quieta.