En la ciudad gaditana del Puerto de Santa María, a la derecha de un camino, bordeado de chumberas, que caminaba hasta salir al mar, llevando a cuestas el nombre de un viejo matador de toros—mazzantini—, había un melancólico lugar de retamas blancas y amarillas llamado la arboleda perdida.
Asi comienza el libro de Rafael Alberti "La arboleda perdida" y este cuadro que pinte en 1994 me trae muchos recuerdos de aquellas lecturas juveniles.
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