Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanando a si mismo en loco empeño.
Mástil de soledad, prodigio isleño,
flecha de fe, saeta de esperanza.
Hoy llego a ti, riberas del Arlanza,
peregrina del azar, mi alma sin dueño.
Cuando te vi señero, dulce, firme,
qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto en cristales,
como tú, negra torre de arduos filos,
ejemplo de lirios verticales,
mudo ciprés en el fervor de Silos.
que acongojas el cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanando a si mismo en loco empeño.
Mástil de soledad, prodigio isleño,
flecha de fe, saeta de esperanza.
Hoy llego a ti, riberas del Arlanza,
peregrina del azar, mi alma sin dueño.
Cuando te vi señero, dulce, firme,
qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto en cristales,
como tú, negra torre de arduos filos,
ejemplo de lirios verticales,
mudo ciprés en el fervor de Silos.
(poema de Gerardo Diego)
Es
difícil no evocar este poema cuando se visita el impresionante claustro
románico del Monasterio de Silos. Hace tiempo tuve la suerte de recorrerlo en
silencio y admirar el solitario ciprés que sin duda inspiró a Gerardo Diego.
Pero antes de abandonar el lugar, tuve tiempo de escuchar el canto gregoriano
de los monjes que habitan el Monasterio. Desde luego fue una experiencia
extraordinaria.
Estos
cipreses los he pintado muchos años después, en la primavera del 2016, miden
46x17 cm. cada uno.
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