domingo, 24 de septiembre de 2017

DOS DE MAYO, DE GOYA



Cuando yo nací, Franco llevaba 23 años mandando en España, y todavía le quedaban 16 años más en el poder. En 1970, yo tenía once años, mi madre me apuntó a la Academia Municipal de Arte de Cieza, donde el maestro Juan Solano enseñaba dibujo y pintura a sus alumnos. Allí fue donde aprendí a dibujar y a pintar.
Las clases consistían en dibujar con carboncillo figuras de escayola como la boca, la nariz, las manos, los pies, etc. todo de forma naturalista. Una vez superada esta etapa, pasábamos a dibujar el rostro completo de Séneca, Beethoven, etc. para finalizar dibujábamos el cuerpo humano completo, a tamaño natural, como la Venus de Milo, el Discóbolo de Mirón, etc.
Pero la etapa más interesante de aquella formación artística, era por supuesto, cuando el maestro Juan Solano nos dejaba ya empezar a pintar con óleo. El maestro nos dejaba una lámina con un paisaje absolutamente convencional y nosotros teníamos que copiar el cuadro exactamente igual. Así un cuadro detrás de otro, hasta que una vez habíamos aprendido a copiar el modelo propuesto por él, nos dejaba elegir nuestro propio modelo.
Yo, muy osado, o totalmente inconsciente, aparecí un día por la academia con la foto recortada de una revista del cuadro “dos de mayo” de Goya. Cuando el maestro vio el modelo que tenía preparado para copiar, me preguntó: Ato, ¿vas a pintar ese cuadro? Sí, le dije lleno de satisfacción. Entonces el maestro cogió la foto del cuadro de Goya y me dijo señalando la grupa del caballo que había en primer plano del cuadro: mira, aquí hay cien colores que tú no ves, un montón de veladuras que tú no entiendes todavía. Coge otro paisaje –me dijo con cariño- y cópialo como vienes haciendo hasta ahora, ya tendrás tiempo de copiar estos cuadros del Museo del Prado.


Ya han pasado casi cincuenta años de aquellas sabias palabras cargadas de razón. Y aún sigo pintando, y acordándome con cariño de aquella feliz etapa de mi infancia.

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